Enric Quintero
- El auge de la inteligencia artificial —tanto predictiva como generativa— permite muchos avances, sin embargo, en un contexto en el que la tecnología evoluciona, no se ha de perder de vista el componente humano.
- No podemos ser ni tecno-optimistas al 100% ni colapsistas; tenemos que encontrar un equilibrio entre lo humano y lo tecnológico para que los avances tengan una utilidad real y no genere rechazo entre la población.
- Hay que dejar de ser fríos a la hora de hablar de la tecnología, pues no es una cuestión que esté apartada de nosotros: los seres humanos somos quiénes la hemos creado y tampoco podemos ver a la IA como si fuera una entidad superior a nosotros
La inteligencia artificial y su aplicación está entre nosotros desde los años 80, si tenemos en cuenta sus principios teóricos. Pero si ponemos atención a su impacto en la sociedad, no fue hasta el año 2022 cuando observamos un cambio de paradigma a gran escala. Desde entonces se ha armado un revuelo enorme: desde los cambios en el ecosistema empresarial destrucción y creación de empleo nuevas retóricas a nivel social o el planteamiento de cuestiones éticas que hasta ahora no se nos habían ocurrido.
En materia empresarial, es inevitable negar el nuevo rumbo que se está tomando. Cierto es que los algoritmos han cambiado de manera radical muchos procesos y gestiones. Sin embargo, y a pesar de las bondades de esta tecnología, el ser humano tiene que estar en el centro. No podemos hablar de IA si nos olvidamos de nosotros: somos quiénes la hemos creado, y no podemos quedarnos fuera de la fórmula.
Si centramos el discurso únicamente en la tecnología, entonces caemos en el error de hacer creer a la gente que somos prescindibles, pues dejamos el componente humano de lado. Pero si centramos el discurso en el ser humano y dejamos fuera la IA, entonces seríamos negacionistas del avance tecnológico. Ante este pulso de posturas a la hora de presentarse al mundo, la Virtud de la Templanza, toma el papel protagonista, si de verdad queremos que todos estemos incluidos en la ecuación del cambio y del progreso.
Imagínate que te despiertas con un súper poder: ¡¡Puedes volar!!
Imagínate que en vez de pensar en todo lo que puedes llegar a hacer con ello, empiezas a preocuparte sobre dónde te puede llevar esta nueva capacidad:
- ¿Y si gracias al “súper poder” vuelo tan alto que me quedo sin oxígeno?
- ¿Y si me lleva donde no quiero y me pierdo?
- ¿Y si le hago daño a alguien?
Aunque igual de importantes, estas preguntas están ordenadas según su nivel de complejidad.
- Para la primera pregunta, lo más sensato es aprender a conocer ese súper poder para poder controlarlo.
- Para la segunda pregunta, necesitas plantearte dónde quieres ir y a dónde no.
- Para la última pregunta, tienes que tener muy presente que un gran poder conlleva una gran responsabilidad
Está claro que no podemos renunciar a tal regalo, incluso rechazarlo sería irresponsable por todo el beneficio que puede llegar a generar, pero tenerle miedo a este “súper poder” sería casi cómico…
¿Por qué actuamos ante la IA de la forma más ilógica?
Lo más sensato y derivado de las preguntas anteriores, sería actuar de la siguiente manera:
- Formarnos y probar esa nueva capacidad
- Reflexionar sobre qué nos gustaría hacer con esa nueva facultad y que no, pensando en nuestro beneficio
- Pensar en el beneficio colectivo, para llegar más lejos
A nivel empresa, está claro que con la IA estamos en una primera etapa de aprendizaje. Muchas menos son las que están pensando hacia dónde ir con ella y casi nadie el impacto social que puede llegar a tener.
¿Por qué son tan importantes esas dos últimas cuestiones?
Hay un refrán que dice: si quieres llegar rápido ves solo, si quieres llegar lejos ves acompañado.
La IA es uno de esos “súper `poderes” que nos tiene que llevar muy lejos.
Es por eso que pensar solo en el beneficio individual no es suficiente e incluso contraproducente. Tenemos que reflexionar en el beneficio particular y el colectivo al mismo tiempo, para garantizar que llegaremos lejos y no nos explotará en la cara la ganancia inmediata.
Dicho de otra forma, si las empresas solo ven la IA para reducir empleos, en vez de reinvertir esas ganancias en potenciar a su equipo, perderán la oportunidad de mejorar a corto, medio y largo plazo como empresa, dejarán de ser competitivas cuando sus competidores hagan lo mismo y finalmente desaparecerán del mercado. Además, a nivel social, se culpará erróneamente a la IA de todo ello, aumentando su rechazo tanto a ella, como a las empresas que la usen.
¿La culpa es del “super poder” o de su mal uso?
Por todo ello, cuando hablamos de IA, es imprescindible plantearse el impacto humano además de la ganancia que puede generar.
Es cierto que no estamos acostumbrados a hacer esta reflexión, pero el gran poder que tiene nos obliga a asumir esa responsabilidad, para evitar el rechazo y llegar más lejos que nunca con ella.
También nos obliga a ser mucho más ambiciosos en nuestros propósitos, y no conformarnos con pequeños logros, fáciles de conseguir. En vez de pensar en automatizar cosas que ya hacemos ¿por qué no pensar en cosas que no éramos capaces de hacer?
En conclusión, solo las empresas que usen la IA para conseguir tanto sus objetivos financieros como a nivel humano (con su equipo y la sociedad), lograrán ver el verdadero valor de este “súper poder”.